lunes, 21 de mayo de 2012

Capitulo IX


Juan está bien, yo estoy mal – Ayuda que nunca va a llegar.

Salí a la calle, pensé dos segundos en cosas sin importancias. Nunca entendí muy bien la calle, digamos que si bien no me crié en una burbuja de cristal, la noche fresca y la vereda tiene ese misterio que uno no sabe cómo resolver. Aunque te hayas criado en la calle, a mi que no me vengan a mentir, aunque convengamos que tampoco pienso ponerme en contra de cosas que desconozco. Volviendo, ese misterio que me atrapó unas cuadras camino al bar. Quizás el lugar poco importa, pero era lindo. Tenía un aire de primer mundo suburbano –aunque la metáfora suene muy paradójica-, pedí una cerveza y esperé. Un chico rasgaba su guitarra, y cantaba con voz desahuciada, melodramática. Temí por su salud y la mía, comprendí después que quizás es sólo una performance. Era el dolor expresado de la guitarra que hablaba, y no la de la voz. Lo imagine, como siempre tiendo a hacer con las cosas que me llaman la atención, feliz en una casa en el conurbano de la ciudad, feliz con patio y un perro. Me contenté por unos instantes.
Juan había llegado al bar, y me miraba atónito a la distancia. Quizás mi rostro dibujaba la bella historia del ser-guitarra que esa noche musicalizaba el encuentro. Cuando volví a la realidad, mera impureza despiadada que se torna conflictiva, Juan me sonrió y se fue acercando. Nos saludamos, y no dudo –ni dos segundos- en decirme.
-Dejá de soñar de una vez, en qué mundo estás ahora?- En un tono irónico e inquisidor.
Me sonreí con la mirada ida, fijada en las cuerdas de la guitarra que temblaban.-No pensaba en nada, como siempre- O como nunca me dije para mis adentros. Rió con cara de complicidad hacia un ser no existente. Dejé pasar ese hecho, siempre discutimos por lo mismo, con quién creas comicidad si no hay nadie alrededor.

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