domingo, 21 de julio de 2013

Capítulo XVIII

En ese instante y para siempre – Idos

Comprendí, en ese instante que las cosas se suceden casi por azar. Era extraño encontrarme leyendo aquello que parecía ser amor. Como si fuese que todo lo que está escrito es sobre el amor. Acaso será que uno quiere justificarse amor en cada historia.
            Era algo que parecía tener lógica. Lo amó en ese instante y para siempre. Es curioso que mi historia no se parezca en nada. Yo creía en un montón de cosas, pero no en esa en la cual el amor era eso, el simple encuentro. Y sin embargo, el dolor de aquella historia inconclusa era inmensamente más fuerte que cualquier otro. Pensé en el hecho ocurrido. Y comencé a proyectar los fantasmas que me acompañan desde siempre. Maldije a Eliseo. Era su culpa que nuestro escritor anónimo se aferre a concepciones insípidas sobre el amor, era suya la culpa y sólo suya. Era como si, lo odiase por generar amor, o alguno de sus derivados.  Eso es algo que me molesta. Convengamos que yo, por mi parte, tengo una concepción casi tan absurda -aunque lo niegue- a aquél pobre infeliz que guarda tickets, y que todo lo anota. Comencé a reír. Nunca fuimos más que dos pobres infelices que hacen de lo absurdo el amor. Los pequeños gestos, se convierten en testimonio de amor. Los tickets, las calles, las plazas, los bancos, los cielos, los olores, los perfumes, las palabras, los gestos. Todo se convierte en amor o su opuesto complementario. Es una manera sublimemente absurda, de infante, del amor. Pero, qué es al final del día el amor.
            De repente, mi perfume me lo recordó, y recordé la escena que hacía unos días se había sucedido. Me reí, y a la vez volví a llorar. No podía creer, no quería creerme llorando ahí. Las cosas no son tan magnificas como las cuento. Probablemente él nunca fue nada mío, y yo tampoco fui nada de él. Aunque yo hubiese querido creerlo, y sin embargo ahí estaba, encontrándolo, llorándolo, sublimándolo.
            Y si después de todo, lo llorado y lo reído, aquello nunca fue amor. Empecé a sentirme muy mal. Aquél lugar iba a destrozarme, lo sabía, y sin embargo la pregunta se repitió toda la tarde hasta entrada la noche. Prendía la lámpara del living, y me preguntaba. Lo recordaba allí recostado, riendo, recordaba nuestras charlas, y seguía cuestionándolo. ¿Fuimos amor?, no se si fuimos amor, pero estaba seguro de que fuimos, de que ya estábamos idos, que ya se había acabado y yo me encontraba cuestionándolo. Cómo hacía para justificar todo lo vivido, en calidad de qué, o con qué razón de ser.
            Si hay algo que tengo, y de esto estoy seguro, es que soy demasiado neurótico, y con ese fundamento, seguía allí, recordando y preguntando. Lo veía en la cocina, como un fantasma, y no lograba entender. No entendía nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario